lunes, 4 de abril de 2011

Círculo de Viena


El Círculo de Viena, se originó a comienzos de los años veinte como un grupo de discusión informal en la Universidad de Viena. Entre los miembros más destacados se encontraban Rudolf Carnap, Otto Neurath, Friedrich Waismann, Philipp Frank, Hans Hahn, Herbert Feigl, Victor Kraft, Felix Kaufmann y Kurt Godel. Muchos componentes del círculo original no eran filósofos, sino matemáticos, físicos y científicos sociales, que compartían un interés común por la filosofía de la ciencia y un disgusto común por la metafísica académica que entonces prevalecía en Alemania y en Europa Central.  No se trata de una corriente filosófica, sino de un grupo que se basó principalmente en las ideas empiristas de Locke Y Hume.
La tesis de Hume se basa en la aplicación del método experimental, que con tanto éxito se ha aplicado en el campo de las ciencias naturales, al estudio del hombre. Debemos comenzar por una rigurosa investigación de los procesos psicológicos humanos y de su comportamiento moral e intentar a continuación averiguar sus principios y causas. Debemos partir de datos empíricos  y no de una pretendida intuición de la esencia de la mente humana, que es algo que se escapa a nuestra comprensión. Nuestro método debe ser inductivo, más que deductivo, y si los experimentos de este tipo son juiciosamente reunidos y comparados, podemos esperar establecer una ciencia, no inferior en certeza, aunque superior en utilidad a cualquier otra. Así pues la intención de Hume, es extender los métodos de la ciencia Newtoniana, tanto cuanto sea posible, a la misma naturaleza humana. En la investigación sobre el entendimiento humano, Hume, dice que la ciencia de la naturaleza humana puede tratarse de dos modos distintos. Habla igualmente de dos clases de filósofos: los que son claros y obvios y los exactos y complicados. La mayoría prefiere a los primeros, pero los segundos son necesarios para que los primeros posean algún fundamento seguro. Para, Hume, es necesaria una previa investigación en temas criticados, para poder cultivar después la verdadera metafísica.
Como Locke (de quien ya hemos hablado), Hume, hace derivar todos los contenidos de la mente, de la experiencia. Los contenidos de la mente los llama Percepciones, y los divide en Impresiones e Ideas. Las Impresiones son datos inmediatos de la experiencia, tales como las sensaciones externas, pasiones, emociones, etc. que penetran con fuerza en la mente del hombre; las Ideas son descritas por Hume, como copias o imágenes atenuadas de las impresiones en el pensamiento y en la razón, muchas veces ideas e impresiones se confunden unas con otras. La diferencia entre impresiones e ideas, se produce en términos de intensidad con las que unas y otras se abren paso en nuestro pensamiento. Las impresiones serían aquéllas percepciones que penetran con mayor fuerza o violencia. Las ideas son las imágenes de las sensaciones o emociones al pensar y razonar. Aunque a veces ideas e impresiones se confunden unas con otras, insiste en la distinción en términos generales. Hay distinción entre percepción simple y compleja, distinción que aplica tanto a las ideas como a las impresiones.
Las impresiones se dividen en:
·         Impresiones de sensación. Surgen en el alma de causas desconocidas
·         Impresiones de reflexión. Se derivan en gran medida de las ideas.
La teoría general de las impresiones e ideas es de gran importancia en su teoría del análisis de la causalidad ya que comienza su teoría, preguntándose de qué impresión o impresiones deriva la idea de causa. 
Cuando la mente ha recibido impresiones, pueden reaparecer de dos modos:
  1. Con un grado de viveza intermedio entre el de una impresión y el de una idea. La facultad mediante la cual repetimos nuestras impresiones es la memoria
  2. Como meras ideas, como débiles copias o imágenes de impresiones. La facultad mediante la cual repetimos nuestras impresiones es la imaginación.
De este modo al igual que distinguía entre ideas e impresiones según su vivacidad, describe ahora la diferencia entre ideas de la memoria e ideas de la imaginación. Añade otra explicación: " La memoria conserva no sólo las ideas simples sino también su orden y posición".
La imaginación no opera de este modo, puede combinar ideas simples arbitrariamente o descomponer ideas complejas en otras simples y reagruparlas luego. Aunque la imaginación puede combinar libremente ideas, opera generalmente según algunos principios generales de la asociación. En la imaginación no existe una conexión inseparable entre las ideas, pero hay un principio unitario, mediante la cual una idea introduce a la otra. Hume, lo explica así: "En el hombre hay un impulso, una fuerza suave, innata que le mueve, aunque no necesariamente a combinar determinados tipos de ideas "; añade que las cualidades de las que surge esta asociación son tres: Semejanza, Contigüidad (en el tiempo o en el espacio) y Causa-efecto (causalidad). La imaginación se desliza con facilidad de una idea a otra que se le asemeja; de igual modo, por una larga costumbre, la mente adquiere el hábito de asociar ideas, que son mediatas o inmediatas en el espacio o en el tiempo.
Alcance y valor del conocimiento:
Hume asegura que todos los objetos de la razón o investigación se dividen en dos clases:
·         Relaciones de Ideas. Pertenecen las ciencias de la Geometría, Álgebra, Aritmética y  todas aquéllas cuyas afirmaciones son ciertas de modo intuitivo o demostrativo.
·         Cuestiones de hecho. No son averiguadas del mismo modo, ni nuestra evidencia de veracidad, aunque grande, es del mismo género que en las anteriores.

Análisis de la causalidad:
Hume inicia su examen de la relación causal preguntándose de que impresión o impresiones deriva la idea de causa.
La 1ª relación que menciona es la de la contigüidad: "Encuentro que los objetos que consi-deramos causas y efectos son contiguos, aunque no quiere decir que sean siempre inmediatamente contiguos". Lo que Hume descarta es la acción a distancia en el sentido propio del término; lo que queda claro para Hume es, que la contigüidad espacial fuese un elemento indispensable de la relación causal.
La 2ª relación es la de prioridad temporal: “La causa debe ser temporalmente anterior al efecto".
La 3ª relación dice: "Un objeto puede ser contiguo y anterior temporalmente a otro sin que pueda ser considerado causa de él”.
Hay que tomar en consideración una conexión necesaria y esta relación tiene mucha más importancia que las otras dos mencionadas anteriormente. - No es necesario que todo aquello cuya existencia ha tenido un comienzo tenga así mismo una causa. - Ciertas causas particulares deben necesariamente tener tales efectos particulares. La máxima según la cual todo lo que comienza a existir debe tener una causa de su existencia, no es según Hume ni intuitivamente cierta ni demostrable. Según esto, nuestra creencia de él, debe surgir de la experiencia y la observación; sólo mediante la experiencia sabemos de la existencia de un objeto a partir de otro. Esto significa que experimentamos con frecuencia la conjunción de dos objetos: la llama y la sensación de calor y recordamos que esos objetos han aparecido en un orden regular recurrente de contigüidad y sucesión; entonces, sin más requisitos, llamamos a uno causa y a otro efecto e inferimos la existencia del uno a partir de la del otro. De acuerdo con esta experiencia podemos definir una causa como un objeto al que sigue otro, siendo así que todos los objetos similares al primero, son seguidos por objetos similares al segundo. Es decir, si el primer objeto no hubiese existido, el segundo tampoco. La idea de hábito o costumbre, juega un gran papel en el análisis final de las causalidades que realiza Hume. La pregunta que se hacía Hume, de ¿Porqué concluimos que tales causas particulares deben tener necesariamente efectos particulares? y ¿Porqué establecemos una influencia de una a otra?, podíamos responderla en términos psicológicos, referidos al efecto de la observación de cosas de constante conjunción. Esta observación produce una costumbre o propensión de la mente, un puente asociativo por el que la mente pasa de un modo natural de la idea de llama a la idea de calor; de la observación del humo deducimos la existencia de fuego, aunque no lo hayamos visto. La validez objetiva de esta deducción está avalada por la verificación empírica.

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