lunes, 4 de abril de 2011

Neoescolástica

Cardenal Mercier

La actitud del movimiento neoescolástico es clara y rotundamente realista. Lo que se discute entre los que suelen considerarse neoescolásticos no es la actitud de fondo, sino más bien la forma de fundamentar el realismo. La Escuela de Lovaina ha mantenido en gran parte la preocupación gnoseológica del cardenal Mercier . Conviene resaltar, dentro de ella, a Léon Noél (1878-1955), Fernand van Steenberghen (n. 1904) y Georges van Riet (n. 1916), este último autor da una amplia investigación sobre el problema del conocimiento en el tomismo contemporáneo.

J. Maréchal (v.) se propone, en su obra fundamental, “El punto de partida de la metafísica”, superar el agnosticismo metafísico kantiano por medio del realismo tomista. Para ello, sigue primero una vía indirecta, a través de un planteamiento histórico del problema del conocimiento, y luego un diálogo con el pensamiento de Kant, pero aceptando sus premisas básicas (objeto fenoménico y método trascendental de análisis), para intentar probar que, llevado hasta sus últimas consecuencias, el planteamiento kantiano conduce hasta la afirmación de la cognoscibilidad, también en vía teorética, de la cosa en sí. Su intento es,pues, susceptible de la misma crítica fundamental que hizo Gilson de la Escuela de Lovaina.
En cambio, J. de Tonquédec (1868-1962) y R. GarrigouLagrange (1877-1964) se apoyan muy principalmente en el sentido común, al que la filosofía refuerza, clarifica y justifica. G. Zamboni (1875-1950) centra su preocupación sobre los fundamentos inmediatos de nuestro conocimiento: el conocimiento sensitivo consiste ya en un tener presente los contenidos sensoriales, cuyo carácter objetivo queda de inmediato manifiesto al sujeto. É. Gilson, frente a algunos neoescolásticos (particularmente los de la Escuela de Lovaina), muestra que sólo una posición metódicamente realista elude con rigor el idealismo; cualquier concesión de principio al idealismo conduce inevitablemente a él, si se es plenamente coherente, lo que no resulta habitual entre los filósofos (en este sentido es fundamental su breve, pero importante, obra El realismo metódico.
J. Maritain  considera indispensable plantearse el problema crítico, que, según él, es un verdadero problema y no una mera sirena del idealismo, pero no ha de plantearse como cuestión previa o como pregunta sobre la trascendencia del objeto del pensamiento desde su condición de pensado. A partir del dato de la inmediata e íntima apertura de la inteligencia al ser, hay que juzgar si, cómo, en qué condiciones y en qué medida el pensamiento responde a la realidad. El problema crítico consiste así en análisis del conocimiento, por lo que, en consecuencia, lo presupone; en ese sentido, tal problema forma parte de la Metafísica. Como punto de ese análisis, Maritain defiende que el concepto, considerado como ente, es una modificación del sujeto cognoscente, pero, desde la perspectiva de su intencionalidad, el concepto se identifica plenamente con el objeto, es una y la misma cosa con la res, con la realidad.
Amor Ruibal representa una actitud notablemente diferente: «... En el problema de la objetividad del conocer, no se puede partir de un aislamiento total y absoluto entre sujeto y objeto, previo a la síntesis mental cognoscitiva que nos atestigua la conciencia» (Los problemas fundamentales de la Filosofía y del Dogma, VIII: El conocer humano, Santiago 1934, 210). El problema del conocimiento humano no es sino un caso particular del problema general del ente finito. «Todos los seres creados realizan no sólo la entidad individual, por la que se distinguen de los demás, sino también la colectiva de la naturaleza... Las obras de la creación son páginas de un inmenso libro, donde se suman unas a las otras, para dar la totalidad de su sentido... Así, es siempre el todo lo que da el ser formal y la inteligibilidad a los elementos parciales... ». (ib. 212). En el juego de esta correlatividad se inserta «el nexo preconsciente de lo objetivo y sujetivo», que es anterior «al ejercicio personal de las facultades», «y esto, lo mismo en el orden del conocimiento sensible que en el orden intelectual, con las gradaciones que naturalmente se marcan en su desarrollo» (ib., 22-223). No se puede plantear, por tanto, el problema de la trascendencia del conocimiento a partir del entendimiento, sino que es preciso partir de la correlatividad general de la naturaleza. Y desde ahí quedará de manifiesto que, en la medida en que se afianza la individualidad del sujeto, se afirmará la objetividad del mundo externo; esto es, quedará patente que los fundamentos originarios de todo conocimiento son el hecho primero ontológico de la realidad externa, o del no yo, y el hecho primero psicológico de la realidad del yo.

4 comentarios: